
En este post voy a explicarte por qué somos idiotas, y cómo ni siquiera nos damos cuenta de ello. Espero que lo disfrutes:
¿Te consideras inteligente? ¿Confías en tu capacidad de análisis? ¿Tienes miedo de tomar decisiones? O, por el contrario, ¿eliges la opción correcta en el momento oportuno?
¿Te dejas engatusar con facilidad? O, en cambio, ¿es difícil pillarte desprevenido?
Tanto si perteneces al grupo de los despiertos, como al de los descuidados, tengo malas noticias para ti.
La mala noticia:
Somos seres irracionales.
¿Qué significa esto?
Nuestro cerebro es como nuestro centro de mando biológico. Es nuestro ‘pequeño’ puesto de control que, pese a suponer sólo el 2 % de nuestro peso corporal, consume gran parte de nuestros recursos energéticos.
Nuestro encéfalo es una potente máquina capaz de recibir los estímulos externos para aprehender el mundo, relacionarnos con la realidad y mantener una comunicación con el medio.
Con aproximadamente cien mil millones de neuronas y quinientos billones de conexiones, este magnífico órgano controla, además, el resto de sistemas y funciones vitales de nuestro cuerpo.
Pero, aunque nuestro cerebro tiene un potencial enorme, no es perfecto. Como estructura biológica incluida en muchos seres vivos; su origen, conservación, y filogenia está sujeta siempre a las reglas de la selección natural.
Es por esto que su cometido primigenio no es el de asimilar la realidad con la mayor certeza posible, sino servir como herramienta de supervivencia para el individuo.
Así pues, quedan grabados en él mecanismos automáticos que han demostrado ser útiles a la hora de interpretar los sucesos y fenómenos de la naturaleza; pero, asimismo, quedan esculpidos multitud de sesgos cognoscitivos y prejuicios innatos que limitan y nublan nuestra visión racional del universo.
Además de ser una herramienta de medición subjetiva, parcial y sometida a diferentes tipos de errores y ‘bugs’ (como veremos a continuación), nuestro cerebro tiene, simplemente, unos límites físicos que nunca podremos superar.
El sesgo de confirmación
Un ejemplo clásico de nuestro condicionamiento mental se manifiesta en muchas charlas de bar con amigos o familiares. Se trata de la típica conversación con aquel fumador empedernido que, para no romper con un hábito tan poco sano, apostilla:
‘Pues Pepito fumó toda su vida y aún así mira que bien llegó a los 100 años. Además, la vida son cuatro días, cualquier día te atropella un camión cruzando la carretera y no lo cuentas’.
Esto es un ejemplo de lo que llamamos sesgo de confirmación.
Tendemos a seleccionar y dar más valor a aquellos datos o ideas que coinciden con nuestras acciones, creencias o puntos de vista previos.
En este caso en concreto, esta persona se acuerda de aquel hombre que vivió una vida longeva sin desprenderse de la nicotina, mientras se olvida de todos los otros (la mayoría) que contraen cáncer de pulmón (por ejemplo) y sufren una muerte prematura.
Este sesgo cognitivo, en el que todos hemos caído alguna vez, es la razón por la que:
- Solemos consultar los medios de comunicación que simpatizan con nuestras propias ideas políticas.
- Si deseamos el último smartphone de moda, encontramos más razones para adquirirlo de las que encontraríamos para olvidarnos de él.
- Demos por buenos datos que hemos oído repetidamente y aceptado sin más, sin pararnos a reflexionar o contrastar la información:
- La Muralla China se ve desde el espacio exterior, ¿verdad?
- Hay más mujeres que dan a luz las noches de luna llena.
- Ingerimos una media de 2 arañas al año.
Ninguna de las afirmaciones anteriores es correcta, pero puede que, a base de escucharlas de manera repetida, acabemos considerándolas verdaderas.
Puede que ya estuvieras al tanto y hayas leído sobre el sesgo de confirmación. En cualquier caso, te propongo lo siguiente.
La falacia de la combinación
Ésta es la descripción de Alfonso:
‘Alfonso tiene treinta y cuatro años de edad. Es inteligente pero carece de imaginación, es compulsivo y en general anodino. Cuando estudiaba rendía bien en matemáticas, ciencias sociales y humanidades.’
Dada la anterior información de Alfonso, ¿cuál de las siguientes aficiones y/o ocupaciones parecen ajustarse más a su descripción?
-Alfonso toca jazz por afición.
-Alfonso es contable y toca el jazz por afición.
¿Y bien?
La segunda, ¿no?
Bueno, pues la verdad es que no es correcto.
Aún así, el 87% a los que se les pregunta eligen la segunda opción. Su razonamiento sería similar a éste:
‘Alfonso parece una persona poco creativa, por lo que es poco probable que dedique su tiempo a una labor tan artística como tocar jazz. Sin embargo, que se dedique a la contabilidad parece más probable’.
No obstante, la mayoría no cae en la cuenta de lo siguiente.
Y es que, si ya de por sí es improbable que Alfonso toque el jazz; es aún más improbable que, además de tocar el jazz, trabaje justamente como contable, y no como profesor de matemáticas, estadista o consultor financiero (alternativas de lo más razonables dado su perfil).
De hecho, el razonamiento correcto sería el siguiente:
‘Si los contables que tocan jazz por afición son un subconjunto de todos aquellos hombres que tocan jazz, es más probable que Alfonso simplemente toque jazz, y no que toque jazz y, además, sea contable’.
Este sesgo, en el que estamos acostumbrados a caer, se denomina la ‘falacia de la combinación’: una combinación no puede ser nunca más probable que cualquiera de sus partes individuales.
¿Eres más listo que un estudiante de Harvard?
Si te ha gustado el ejercicio anterior, éste te va a encantar.
Para cada una de las siguientes preguntas, quiero que anotes rápidamente en un papel la primera respuesta que se te ocurra.
¿Preparado?
¿Listo?
Allá van:
- Un chicle y un periódico cuestan 1,10 euros en total. El chicle cuesta un euro más que el periódico. ¿Cuánto cuesta el periódico?
- Si cinco obreros tardan cinco minutos en hacer cinco agujeros, ¿cuánto tiempo tardarían cien obreros en hacer cien agujeros?
- En un jardín hay un zarzal que ocupa parte de su superficie. Cada día, el tamaño del zarzal se dobla. Si el zarzal tarda cuarenta y ocho días en cubrir todo el jardín, ¿cuánto tardaría en cubrir la mitad?
¿Ya?
Vale, pues.
Lo que acabas de realizar es un ejemplo de Test de Reflexión Cognitiva, ideado por Shane Frederick. La mayoría de la gente responde, al menos, una de estas tres respuestas:
- 0,10 euros, para la primera pregunta,
- 100 minutos, para la segunda, y
- 24 días, para la tercera.
Sin embargo, ninguna es correcta. Las respuestas correctas son las siguientes:
- 0,05 euros, para la primera pregunta,
- 5 minutos, para la segunda, y
- 47 días, para la tercera.
Aún así, si has fallado en alguna, no te preocupes porque no eres el único. De hecho:
- La puntuación media de los estudiantes de Harvard a los que se sometió el test fue de 1,43 y el 57 % acertaron una o ninguna.
- Los estudiantes de Princeton obtuvieron una puntuación media de 1,63 y el 45% acertó una o ninguna.
- En el MIT los estudiantes consiguieron una media del 2,18 y el 23% acertaron una o ninguna.
¿Y tú? ¿Cuántas has acertado? Puedes decírmelo en los comentarios.
Por qué somos idiotas, y ni siquiera nos damos cuenta
Por último:
Imagínate que estás en un concurso de televisión, y te dan la opción de elegir una entre tres puertas.
Detrás de una de ellas hay un coche, pero detrás de las otras dos, sólo hay cabras. Tú quieres llegar a casa con un coche nuevo, pero como no sabes qué hay exactamente detrás de cada puerta, eliges una al azar.
Digamos que eliges la primera.
A continuación, el presentador abre una de las puertas restantes (digamos, por ejemplo, la tercera), para enseñar que hay una cabra detrás de ella.
Sólo quedan dos puertas por abrir, y el presentador te da una última oportunidad por si quieres cambiar de puerta.
La pregunta es: ¿Cambiarías?
Tienes tiempo para pensártelo. Un coche nuevo está en juego…
PD: Puedes ver la solución a este problema en este post.
¿Eres más inteligente que un estudiante de Harvard?
Dímelo en los comentarios.
Muchas gracias por leer este post.
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